El número
30 de la avenue Montaigne es una dirección que todo el mundo asocia a la elegancia parisina; la de un hotelito sutilmente refinado situado en pleno corazón del
VIII arrondisement de París – el barrio del lujo por excelencia -, donde los elegantes del mundo entero se dan cita.
Cuando Christian Dior vio este hotelito se quedó prendado, fue amor a primera vista. Tanto que confesó a uno de sus amigos que se instalaría allí o en ningún otro sitio. Su deseo se hizo realidad el
8 de octubre de 1946, fecha en la que abrió al público su
maison de couture.

El diseñador decoró los interiores de este palacete como si fuesen el estuchito de una joya, con tonalidades gris perla, y mobiliario estilo Napoleón
III inspirándose en el
estilo del siglo XVIII francés.

Hoy, la firma ha querido rendir homenaje a su mítica dirección con el
Dior VIII Montaigne, una creación relojera con un espíritu
couture francamente parisino, que desvela los colores preferidos de Christian Dior, ya que al vestirse de acero es como si hiciese un guiño al gris (
el más elegante de los colores neutros), y al rosa (
el más suave de los colores) – el de las flores que tanto le gustaban cultivar.

El Dior
VIII Montaigne es una reinterpretación del Dior Grand Bal, uno de las piezas
cult de la maison, y puede presumir de sensuales líneas, y de un brazalete formado por una serie de
pirámides, que parecen desgastadas por la erosión del tiempo.

Año tras año, de colección en colección, las icónicas creaciones Dior
Haute Horlogerie se reinventan al ritmo de la creatividad de la firma. Y aunque siguen el aire de los tiempos, permanecen fieles al espíritu Dior, a su sentido tan particular de la línea y del color, de la elegancia
couture y del valor creativo.
¿Os gustan? Yo los encuentro igual de
ponibles para el día como para salir por la noche.